Adiós a Noé Jitrik (1928-2022)

Con infinita tristeza despedimos a Noé, pero también con la memoria viva de lo que compartimos en su compañía y con su tan generosa amistad. Sus intervenciones siempre esclarecedoras, sus múltiples literaturas y su palabra considerada, su compromiso militante con los derechos humanos, nos enseñaron y nos formaron en un clima de aprecio y reconocimiento del otro. En los diferentes momentos de su participación en nuestra Asociación Argentina de Semiótica, pudimos escucharlo, agradecerle, abrazarlo, aprender de él. Más que gracias, Noé.

A continuación, Ana Camblong y Pampa Arán recuerdan a ese lúcido y generoso maestro, colega y amigo que ha sido Noé Jitrik, figura estimulante e irreemplazable de nuestro campo.

Carta a Noé…

Querido Maestro, si bien el vendaval electrónico ha sepultado el antiguo encuentro de cartas, insisto en este modo que tantas veces nos ha permitido “salvar las distancias”… Sigo ahí, a tu lado, conversando, aprendiendo y sonriendo en franca complicidad macedoniana… Recuerdo ahora tu magnífica llegada en la década del setenta: las aulas desbordadas de escuchas expectantes, muertos de sed intelectual y de pena política… Aunque estuviésemos sentadas/os en el piso o colgadas/os de las ventanas, cada palabra tuya se saboreaba con reparadora fruición y agradecido entusiasmo por la posibilidad de acceder a semejante experiencia… tu cátedra fue un acontecimiento… Che, qué bueno fue aquello… Y qué decir del pequeño grupo de investigación que se reunía en tu casa… me acuerdo no solo de los textos que estudiamos, sino también de tu sillón con esterillas y un almohadoncito achatado… el primer día, con ignorante displicencia me senté en él y vos me dijiste con dulce advertencia: “ese es mi sillón”… pudor de aprendiz y risitas atenuantes…

De pronto, como en toda historia argentina que se precie, la Triple A, el terror, las amenazas y los asedios… Así, de golpe, “Noé partió a México”… Un hachazo, un vacío y un desgarro… Quedamos pendientes del hilo epistolar… Una vez más te agradezco y me asombro de tu gentileza docente… Te envié a México por correo postal mi ensayito sobre Macedonio, no solo lo leíste, sino que me lo devolviste por la misma vía con correcciones y sugerencias… ¿No es increíble? ¿No es acaso un gesto generoso, solidario y secretamente abnegado? Jamás terminaré de agradecerte, no solo que te hayas ocupado de mi pobre texto, sino más bien de la enorme lección humana, de consideración y paciencia pedagógica… Gracias Maestro…

Bueno, digamos que tu regreso en la década del ochenta volvió a retumbar en las aulas, en los grupos, en las librerías y en los circuitos estimulados por la respiración democrática… ¿Te acordás del primer Congreso de Semiótica en Rosario? Cuánto despliegue de presencias semióticas prestigiosas, reconocidas y no tanto… ¿Recordás cuánto charlamos? Mucho, mucho, tus consejos y apreciaciones fueron para mí talismanes silenciosos pero elocuentes que guardo con tanto afecto… Gracias Amigo…

A partir de entonces nos seguimos encontrando una y otra vez en defensas de tesis, en congresos, en homenajes a Macedonio, en evaluaciones de proyectos… También tuviste la deferencia de venir a Misiones, siempre dispuesto a compartir, siempre amable y paciente con las precariedades del borde fronterizo… ¿Te acordás de aquella vez, en el Palacio Pizzurno, que nos encerraron con otros profesores a evaluar montañas de proyectos?… Horas y horas de trabajo, con almuercito en el mismo lugar, sin respiro… ¡Qué tremendo esfuerzo!!! Pero nos pusimos al día y retomamos nuestros discursos interrumpidos… Convertimos la tarea en una oportunidad de intensa charla… Gracias Colega…

¿Acaso te olvidaste que fuiste Jurado de mi tesis? Qué agradable y fecundo diálogo con Piglia, Sarlo y Barrenechea… Un encanto festejante, un ágape a lo Macedonio, con templanza conceptual y buen humor académico… Terminado el ‘acto solemne’, lo seguimos en un bar… Un diáfano episodio que guardo con entrañable afecto en mi modesta rapsodia personal…  Me allegro vivace de haberte dedicado el capítulo de los maestros en mi último libro…

Bueno, che, dejo lo que falta para la próxima, ahora solo quiero repetir gracias, darte un abrazo con brío y un beso-amigo con mi cariño de a cada rato…

                                                                                                          Ana Camblong


Evocación

Estamos en manos de la rosa cruel del tiempo,
entregados al tiempo futuro para darnos cuenta,
al futuro para ver que amor era amor y las palabras
tenían color, una luz que sólo ahora alumbra
    pero es tarde,
inesperada, invisible, amargamente irreconocible.
N.J. El año que se nos viene (1959)

Recordar a Noé Jitrik supone para mí rescatar diferentes momentos o etapas de vida en las que, por obra del azar y las circunstancias, compartí con él (a través de él) diferentes actividades académicas y siempre, y en cualquier época, mi lugar fue espontáneamente, el del aprendizaje. Por eso prefiero elegir entre todos mis recuerdos solo dos momentos: el primero, en la Facultad de filosofía y letras de Rosario (entonces dependiente de la UNLitoral) en los comienzos de la década del ’60, cuando Jitrik formaba parte de una joven generación nucleada en la revista Contorno que al tiempo que nos proveyó las herramientas para buscar libremente nuestras vocaciones intelectuales, nos definieron el estudio de la literatura (sartrianamente) como compromiso político y ético. Fueron nuestros profesores aunque solo tenían unos años más que nosotras, pero comprendo ahora que formábamos parte de la misma generación. Nos marcaron rutas para entender la obra de arte con nuevos lenguajes que ni balbuceábamos todavía.

Durante mi carrera cursé varios seminarios de literatura argentina con Noé Jitrik. Recuerdo particularmente dos de ellos, el dedicado al Facundo y el referido a la generación del ’80 que, como sabemos, dieron origen a dos libros publicados recién en 1968: Muerte y resurrección de Facundo y El 80 y su mundo. La originalidad pedagógica consistía en que nos hacía parte de su proyecto y en cierto modo, colaboradores de la investigación, por entonces de muchas horas de biblioteca recogida en fichas de las que dábamos cuenta en los coloquios. Creo que en esos seminarios definí oscuramente varias cosas (aunque todavía sigo pensando algunas): que una investigación literaria más que un dato es un relato de la propia experiencia de lectura; que lo que el texto parece decir explícitamente se descubre en una forma y que para expresar el sentido hay que crear un metalenguaje rompiendo moldes o, como me dijo respecto al género discursivo del Facundo (cuestión teórica que ya entonces me preocupaba) “el género es un gesto”.

Años más tarde, por diferentes caminos y ya geográficamente lejos, ambos fuimos transformando la mirada sociológica en una sociosemiótica que nos volvió a conectar (yo siempre aprendiendo) a través de la lectura, mediante una excelente revista de su creación: sYc (Buenos Aires, 1989 – 1999) que no tuvo la difusión y el reconocimiento merecido. La revista fue un lugar de reunión y de resistencia intelectual de pensadores que transitaban diferentes escenarios teóricos con temas en los que subyacía una mirada política, rompiendo ortodoxias disciplinares: “Hay que buscar la articulación en el vasto reino de los significantes, considerando gentilmente, necrológicamente – puesto que son restos- las disciplinas. En suma, buscar -buscarnos- en la articulación de los significantes el proceso de producción de la significación (…)” (Presentación, noviembre 1989).

Esta breve evocación personal no es una despedida para Noé Jitrik, es un reencuentro con azares y momentos en los que, sin que él lo supiera, orientó algunas de mis elecciones. Gracias, querido profesor.

Pampa Arán
Córdoba, octubre 2022